Cuánta ausencia …

Hubo un tiempo de dudas y recelos,
del medroso dilema
que sueña mientras duerme
y con la verdad pura se despierta.

Un tiempo que dio paso
a la ilusión, a pactos, a promesas,
a llamadas perdidas en la noche,
a cartas inocentes y sinceras.

Fue aquel tiempo de afectos clandestinos,
de fugas y sospechas,
de miradas furtivas
y labios que enmudecen cuando besan.

El tiempo de los ojos chispeantes,
de sonrisas eternas,
de tímidos mohines amorosos,
del quererse sin límite y barrera.

Tiempos de vino y rosas,
que huyeron al olvido, sin secuela
¡Ay, qué tiempos, amiga!
qué tiempos del amar, y cuánta ausencia.

Qué importa si fue breve

Al fondo de la barra
de un bar de mala muerte
una copa de ron de garrafón
y unos ojos de triste adolescente.

En frente, un alma errante
le cruza su mirada varias veces,
bohemio taciturno
que añora aquellos besos que no tiene.

Al son de los acordes de un bolero,
la chica se detiene
a la orilla del hombre melancólico
sintiéndose rebelde.

Se miden y se observan,
la música enmudece,
rasgando del ambiente la tensión
que al beso le sucede.

No median ni siquiera una palabra
mas, buscan un hostal que les albergue,
furtivo y clandestino,
del frío de ese viernes.

Fue una tórrida noche
de luna agonizante de diciembre,
cuando una incauta joven y un pelele
gozaron en la alcoba de un hotel
de ilícitos placeres.

Al fondo de la barra,
hoy cumple treinta y nueve,
la impúber infeliz que vuelve al bar
con alma rota y lágrima perenne.

Le queda la nostalgia de aquel beso,
memoria de pretéritos laureles,
le queda la amargura de esos labios…,
qué importa si fue breve.

A la luz…

A la luz de una vieja palmatoria,
tras la tela de lino transparente,
se adivinan divinos en mi mente
los perfiles de hechura tan notoria.

Del prodigio visual, en mi memoria,
permanece su efigie que, inocente,
me sugiere del tálamo caliente
transitar del delirio hasta la euforia.

Y entre sombras y fraguas tropicales
la visión de su cuerpo, despojado
de finos atavíos centinelas,

me empuja a los infiernos abisales.
En la alcoba el amor fue consumado
a la luz de faroles y de velas.

Nostalgias

Cielos plomizos,
tules de plata,
y entre las lluvias y los hollines
vuelan vapores por la espadaña.

Se vela el páramo
con nieblas canas
cuando amanecen en la meseta
turbios cendales cada mañana.

Y esas cortinas,
a fumaradas,
del triste hálito que, ceniciento
se eleva dócil en leves gasas,
borran de facto
la tierra pálida
del horizonte sin porvenir
que es este trozo de nuestra España.

Castilla oscura,
llena de lágrimas,
entre las brumas y los celajes
solo te quedan grises nostalgias.

No lo sabe

No sabe que en el vértigo transita
su recuerdo, quebranto de los sueños
que acarician los trazos halagüeños
de la niña de luz, mi favorita.

Su piel pálida, dócil, exquisita,
sus distinguidos pechos tan pequeños,
el pliegue de sus labios pedigüeños,
las fauces de su virgo sibarita.

No sabe que imagino la presencia
de su cándido cuerpo junto al mío,
que anhelo de su boca cada beso.

Suspiro por ser quid de su indecencia,
por sentir, si me toca, escalofrío,
porque añoro perder de nuevo el seso.